Nilcilene Miguel de Lima, quien de niña vivió en Bolivia con sus padres que buscaban tierras sobre la frontera de Pando intentando convivir con colonos del altiplano boliviano, se considera un caso con suerte. Sólo seis líderes de todo el Amazonas del Brasil tienen protección las 24 horas. Ella fue seleccionada de una lista de 170 líderes campesinos brasileños amenazados de muerte por sicarios latifundistas. Sólo el año pasado, hubo 32 muertes relacionadas con los conflictos de tierras, donde castañeros y horticultores son aliados naturales de los indígenas en la defensa del Bosque…
por Ana Aranha* especial para Sol de Pando
Con un chaleco antibalas, en el asiento trasero del coche de la Fuerza de Seguridad Nacional, es la cuarta vez que la labradora y dirigente rural Nilcilene Miguel de Lima, señala los lugares donde los cadáveres aparecen al sur de la Amazonia brasileña.
En su comunidad de Labrea, que se encuentra en el bosque nativo, el Estado está ausente: no hay electricidad, teléfono, puesto de salud o comisaría.
De camino a casa, donde dos oficiales de policía pasan la noche en vela, Nilcilene se agita al ver un camión azul que viene en sentido contrario. "¡Es él! ¡Es el coche del Pitbull!".
'Pitbull' es el apodo de Vincente Horn, uno de los madereros que denunció Nilcilene. Es una de las razones por la que tiene escolta de la Fuerza Nacional (un grupo de élite de la policía, la misma seguridad que habrá durante el próximo Mundial).
Desde 2009, cuando creó una asociación para defender a los agricultores contra la tala de árboles y el robo de tierras, Nilcilene ha sido amenazada de muerte, golpeada y quemaron su casa en un incendio provocado en agosto del 2010.
En mayo de 2011, huyó envuelta en una manta para deshacerse del hombre armado que la esperaba en la puerta de su casa. Le designaron la escolta en octubre, dos meses después de la publicación de su historia que sigue a continuación.
Hace un año como hoy
Nilcilene llorando cuando los sicarios incendiaron su parcela en agosto del 2010.
Foto Ana Aranha
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Cuando los madereros ilegales le apuntaron con sus pistolas a la cabeza, Nilcilene Miguel de Lima trató de salir corriendo, pero sus piernas le traicionaron. "No se preocupe” —le dijo uno de ellos—, “hoy no va a morir”. Sus rodillas temblaban mientras el pistolero le daba "un mes para desmontar la asociación y dejar de molestarnos. Y si intenta denunciarnos, le quemaremos la casa”.
Los leñadores fueron a buscar a Nilcilene, una campesina de 45 años y dirigente de una asociación local, a su propia granja, levantada en un pequeño terreno ubicado en un asentamiento cedido por el gobierno, en el sur de la selva amazónica. Un mes antes, esta mujer fue apaleada frente a un equipo de inspectores gubernamentales ante quienes denunció la deforestación ilegal.
Nilce, tal y como la conocen sus amigos, no sólo no se calló al ver como talaban esos centenarios cedros, andirobas, ipês y otros grandes árboles tropicales de la selva, sino que también fue a la ciudad a denunciar ante la policía las amenazas. Ese día su esposo la llamó: "todo ha ardido," le dijo. Perdió su casa, la ropa, los muebles, así como los animales y los cultivos de banana, piña y café que tenía en sus cinco acres de tierra. Los criminales dejaron un mechero colgando de un árbol cercano para recordar que el fuego no había sido accidental.
En su intento por aferrarse a su tierra e impedir la deforestación ilegal, Nilce ha sido objeto de amenazas y ataques violentos por parte de los propietarios de los aserraderos y de los leñadores. "Los madereros lo están arrasando todo. Cuando cortan los árboles de nuez de Brasil, me parte el alma. Estos árboles alimentaron a mis hijos; mi familia creció bajo su protección. Les debo mucho”, denuncia sin con gran coraje.
Valiente campesina que lucha contra los predadores del Bosque.
Foto Ana Aranha
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En mayo del 2011, cuando había empezado la ola de asesinatos seriales en Pará y Rondonia, finalmente, tuvo que irse después de que un asesino profesional cogiera por el brazo a su nieta de 11 años y le contara cómo torturaría a Nilce hasta la muerte. Cuando manifestaba su deseo de retornar de su escondite clandestino a su hogar, la advertencia era invariable: “Si ella regresa, muere”.
Nilce ha estado escondida desde entonces, protegida por la Comisión de la Pastoral de la Tierra (CPT), una organización vinculada a la Iglesia Católica.
Escondiéndose de la muerte en el Bosque.
Foto Ana Aranha
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Al saber que esta entrevista llegaría más allá de Brasil, Nilce reitera una y otra vez: "Por favor, envíe este mensaje de ayuda. Me siento sola en esta guerra”.
Muerte impune en la Amazonia
Su batalla es sólo una de las muchas que están librando los habitantes de la Amazonía — los que han nacido y crecido en la selva—, contra los hacendados, los propietarios de los aserraderos y los leñadores, que acaban no sólo con los árboles sino también con la vida de quienes se interponen en su camino.
Ninhana, acribillada frente a su hijo de 5 años.
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En el 2011, diez personas han muerto por disputas por la tierra en Brasil. Seis desde el mes de mayo, y recientemente, el 31 de marzo del 2012, la agricultora Ninhana Nink fue acribillada delante de su hijo de cinco años. Dinhana Nink tenía 27 años y era amiga de Nilcilene.
Para no seguir el destino de Dinhana, familiares y amigos Nilcilene tuvieron que huir.
Si bien, la violencia contra los pequeños propietarios y los habitantes del campo es habitual, en la selva esta situación se agrava día a día. Ocho de los asesinatos se cometieron en la Amazonía.
"Los madereros son cada vez más fuertes, son los que imponen su ley en el bosque," dice Nilce. "Me han amenazado, me han golpeado y han hecho que lo perdiera todo en un incendio. Lo denuncié ante la policía. ¿Y qué ha pasado con los culpables? Nada”.
La CPT hace un seguimiento de la violencia relacionada con temas de tierras y anualmente edita una lista de amenazas de muerte por esta razón. De la lista de los 177 nombres actuales, entre quienes se encuentra Nilce, 98 residen en la Amazonía.
Factores para la violencia
La vida de Nilce ha estado marcada por la violencia. Ya cuando ella era una niña, hija de siringueros (recolectores de caucho y castaña), la familia se vio obligada a dejar sus tierras, huyendo a Bolivia, donde los campesinos pobres del Brasil pertenecientes al Movimiento Sin Tierra (MST) suelen cruzar la frontera de Pando intentando compartir predios con los llamados “colonos” bolivianos que provienen del altiplano.
Nilcilene vino a Pando buscando tierra.
Foto Ana Aranha
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Años después, casada y con tres hijos, el que fue su primer esposo, un líder del Movimiento de los Sin Tierra, cayó asesinado al negarse a abandonar su propiedad en el 2006 dentro el asentamiento agroforestal Gedeão promovido por el Gobierno pero codiciado por madereros y latifundistas que se autoproclaman “dueños” de la zona.
La completa falta de infraestructuras en el área donde vive Nilce facilita las actividades ilegales y es uno de los principales factores que permite tanta violencia. El área es tan remota que es difícil hacer un seguimiento de lo que ocurre. A 33 kilómetros de la ciudad más cercana, el asentamiento de Nilce no tiene carreteras, electricidad, líneas de telefonía, comisaría u hospital.
La impunidad es el segundo factor que facilita que la violencia se propague por la selva, según el director del Departamento de Justicia y Derechos Humanos del Estado de Amazonas, Carlos Lélio Lauria Ferreira, quien dice que "la grave situación a la que nos enfrentamos ahora es el resultado de décadas de abandono”.
Lucha por la tierra
Como Nilce, las mayoría de víctimas por cuestiones de tierras son los pobladores tradicionales de la Amazonía, descendientes de los nativos brasileños y de inmigrantes de otras partes del país, que, sin embargo, no tienen los mismos derechos que las comunidades indígenas de la selva.
Nilcilene y su marido en la parcela agroforestal de Gedeão otorgada por el Incra-Acre.
Foto Ana Aranha
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Nacidos en pequeñas comunidades, estos colonos desarrollaron técnicas como la extracción del caucho de los árboles y crearon plantaciones familiares. Durante años, el gobierno brasileño les ha reconocido el derecho a la tierra creando reservas y asentamientos en tierras consideradas propiedad federal.
En 2003, Nilce se unió a un grupo de pequeños campesinos que ocupó tierras públicas ociosas cerca de Lábrea, en el estado de Amazonas. A pesar de que en 2007 el gobierno reconoció el asentamiento, los ganaderos y los propietarios de las serrerías han intentado una y otra vez hacerse con el territorio.
"Primero atacaron nuestras cabañas con fuego, luego utilizaron documentos falsos para reclamar el territorio como suyo. Tuvimos que batallar por nuestro pedacito de tierra", recuerda
Crímenes sin castigo
Hasta ahora nadie ha sido condenado por los asesinatos relacionados con las disputas de tierras en la Amazonía, con la excepción del caso de la monja norteamericana Dorothy Stang, que luchó por la conservación de la selva. Su asesino está en la cárcel, pero la policía nunca buscó a los hacendados que le contrataron.
Adelino Ramos murió el 27 de mayo del 2011. |
Antes de huir, Nilce recibió una llamada de un amigo, Adelino Ramos, otro activista por la Amazonía, asesinado poco después. "Ten cuidado, están detrás nuestro," le advirtió. El 27 de mayo del 2011, Adelino fue asesinado delante de su esposa y de otras veinte personas en un mercado rural. El asesino apretó el gatillo a cara descubierta.
Quienes persiguieron a Nilce y a Ramos deberían estar en la cárcel desde noviembre del 2010. Y es que el tribunal de justicia del estado expidió diez órdenes de arresto. "Los meses pasan y nada ocurre," dice Gercino José da Silva Filho, el Ombudsman (Defensor del Pueblo) para temas agrarios, que arbitra en los conflictos de tierras. "Envié las notificaciones oficiales a los jefes de la policía civil y militar, pero hicieron caso omiso." Filho recuerda que, de haberse realizado los arrestos, Ramos podría estar vivo.
Arando con chaleco anti-balas
Nilcilene se considera un caso con suerte. Sólo seis líderes de todo el Amazonas tienen protección las 24 horas de la Fuerza Nacional, incluyendo un chaleco anti-balas que debe llevar permanentemente ante la eventualidad inminente del ataque en ciernes. Ella fue seleccionada de una lista de 170 líderes campesinos amenazados de muerte en el país. Sólo el año pasado, hubo 32 muertes relacionadas con los conflictos de tierras.
Foto Ana Aranha
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En la comunidad de Nilcilene hay cerca de 800 familias sin ningún tipo de protección. La comisaria responsable de la región está a 800 millas.
Ahora, a pesar de la escolta, Nilcilene se siente cada vez más débil para continuar las denuncias. Tras morir Dinhana, se quedó muy abatida. "¿Cómo puede alguien ir a la cárcel si las autoridades no toman medidas?", dice.
Foto Ana Aranha
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Ahora, a pesar de la escolta, Nilcilene se siente cada vez más débil para continuar las denuncias. Tras morir Dinhana, se quedó muy abatida. "¿Cómo puede alguien ir a la cárcel si las autoridades no toman medidas?", dice.
"A veces pienso en dejarlo todo, esta es una lucha demasiado grande para una mujer sola. Sin embargo, luego recuerdo que estas personas se quedarán aquí con el cañón de la pistola en la boca. Me da fuerza", afirma.
Y es que Nilcilene todavía no se siente segura. Sus manos tiemblan cuando el camión del maderero se acerca. El silencio en el interior del coche pesa, el copiloto engatilla su rifle. 'Pitbull' no se deja intimidar. Ralentiza la marcha, baja la ventanilla y, con una amplia sonrisa, dice adiós a la patrulla.
Mientras los coches toman distancia, Nilcilene suspira y señala los galones de gasolina vacíos del camión: "Esta noche la motosierra va a comer", advierte.
*La autora es periodista del proyecto Panos London promovido por la Unión Europea para fortalecer las fuentes informativas de Latinoamérica en los principales medios de comunicación en Europa.
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