Una experiencia singular en el
renovado periodismo boliviano
“Las condiciones materiales de producción y de circulación en un territorio tan abandonado son verdaderamente quijotescas y valientes. Estas condiciones marcan lo alejado que se sitúa Sol de Pando del negocio y de los intereses personales”
Gaby Vallejo Canedo
En este país nuestro, tan deprimido económicamente y abusado políticamente, en Bolivia, “tan sola en su agonía”, como dijo el poeta Gonzalo Vásquez Méndez, nos encontramos, a veces, con experiencias humanas excepcionales. Es el caso que comentamos: la aparición y la permanencia de un periódico: Sol de Pando, esfuerzo inmenso en el departamento más olvidado del país, dirigido por nuestro entrañable periodista Wilson García Mérida y gerentado por Silvia “Peggy” Antelo Aguilar, a quien recordamos como aquella niña precoz que en la década de los setenta obtuvo sendos premios nacionales de Literatura y Poesía infantiles.
En este país nuestro, tan deprimido económicamente y abusado políticamente, en Bolivia, “tan sola en su agonía”, como dijo el poeta Gonzalo Vásquez Méndez, nos encontramos, a veces, con experiencias humanas excepcionales. Es el caso que comentamos: la aparición y la permanencia de un periódico: Sol de Pando, esfuerzo inmenso en el departamento más olvidado del país, dirigido por nuestro entrañable periodista Wilson García Mérida y gerentado por Silvia “Peggy” Antelo Aguilar, a quien recordamos como aquella niña precoz que en la década de los setenta obtuvo sendos premios nacionales de Literatura y Poesía infantiles.
No conozco otra experiencia editorial con las características de calidad, inmediatez informativa, compromiso con la región, universalidad como este periódico que viene desde aquella zona del país casi excluida en la comunicación, tanto así que por las carencias de tecnolgía en Pando (que esperamos sean pronto superadas) se debe imprimir en rotativas de La Paz o Cochabamba.
Creo que la inteligencia, el largo conocimiento de la tarea periodística, la fuerza personal de Wilson García Mérida, y de su compañera Silvia Antelo, han hecho posible esa aventura de comunicación. La llamamos aventura porque las condiciones materiales de producción y de circulación en un territorio tan abandonado son verdaderamente quijotescas y valientes. Estas condiciones marcan lo alejado que se sitúa Sol de Pando del negocio y de los intereses personales. Resulta por demás encomiable que la venta del periódico beneficie en un 100% a grupos de canillitas organizados en las ciudades de Cobija y Riberalta (se hará lo mismo en Guayaramerín), con familias humildes que hallaron en Sol de Pando una alternativa laboral. Los costos del periódico, según nos informan sus editores, se cubren enteramente con la publicidad desinteresada de pocas empresas sensibilizadas con este quijotezco emprendimiento. Llama la atención el poco apoyo que prestan a este proyecto autogestionario las entidades gubernamentales que difunden sus campañas publicitarias por otros medios comerciales, no obstante la línea de Sol de Pando abiertamente comprometida con el llamado proceso de cambio.
Valoramos como algo muy significativo del novedoso periódico el hecho de que una de sus líneas de trabajo comunicativo apunta a la recuperación de datos e informaciones sobre las etnias de la región en actitud de defensa de los derechos humanos, de admiración y de respeto por los grupos “no contactados”, en correspondencia con los modernos enfoques antropológicos. Admiramos también la defensa de la dignidad que se le debe a los grupos “no contactados” acerca de sus prácticas y elecciones de vida.
Conocemos al infatigable y vigoroso periodista de investigación que es Wilson García Mérida, apreciamos su labor acuciosa y penetrante y le deseamos una larga permanencia en tan valiosa aventura.
la autora