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El Comando de Control a Distancia, en la Base de Beale, California, desde donde se pilotean los aviones espías no tripulados que derrotaron a Osama bin Laden. |
Para atrapar a Sadam Hussein, Bush masacró miles de inocentes con armas de destrucción masiva que costaron miles de millones de dólares engordando obscenamente las cuentas bancarias de los fabricantes de tanques. En cambio Barack Obama, sin gran gasto, suprimió a bin Laden con solo hacer un click en el Google monitoreando las imágenes que los soldados “SEALs” transmitían desde sus gafas de visión nocturna conectadas al satélite...
por Wilson García Mérida
El fabuloso avión espía Black Bird fabricado por Lockheed detectó y registró con rayos infrarojos cada movimiento de bin Laden en su refugio paquistaní, los helicópteros Chinnok de la Boeing transportaron a los equipos Delta hasta la casa del terrorista con el mayor sigilo, mientras unos Stealt Hawk con rotor silencioso e invisibles al radar rodeaban la casa de Osama. Un vecino suyo mandó mensajes por el Twitter al descubrir la furtiva incursión y el presidente Obama apostado en el Salón Oval recibía las imágenes satelitales en tiempo real. Cuando tuvieron el cuerpo sin vida del terrorista, un experto forense del Pentágono extrajo de su pen-drive el archivo con los datos genéticos de la familia bin Laden y confirmaron el ADN en el acto. La batalla había terminado y un mensaje de “Game Over” apareció en todas las pantallas todavía encendidas.
Y como no podía ser de otra manera, el principal botín de guerra obtenido entre los bártulos del guerrero muerto consistió en discos duros, Cd’s, DVD’s y muchos chips conteniendo información digital estratégica acerca de la estructura oranizativa de Al Qaeda y su red de células dormidas, acerca de sus finanzas, etcétera.
Al letal jefe terrorista le derrotaron los más avanzados sistemas satelitales y paquetes computacionales diseñados por la industria bélica norteamericana en la era de Barack Obama.
La histórica fotografía de Barack Obama y su alto mando virtual, observando en tiempo real las imágenes satélitales transmitidas desde el refugio invadido de Osama Bin Laden. |
Obama capitaneó la madre de todas las batallas derramando el mínimo de sangre, apenas mató quirúrgicamente al entorno íntimo del jefe terrorista y no hubo bajas en el bando gringo —salvo el helicóptero a control remoto que por una falla de configuración se estrelló en la terraza del refugio invadido al comenzar la captura—.
La batalla satelital por la captura de bin Laden demostró que la produción de tanques y armas de destrucción masiva es un crimen capitalista que debe proscribirse. Los tanques y los bombarderos de guerra son armas de un pasado genocida que ya no es consonante con las emergencias humanistas de este cibernético siglo XXI. Son armas tan obsoletas como los arcabuces del siglo XIX. La ONU debería declarar ilegal su fabricación.
Para atrapar a Sadam Hussein, George Bush masacró miles de inocentes con armas de destrucción masiva que costaron miles de millones de dólares engordando obscenamente las cuentas bancarias de los fabricantes de tanques. En cambio Obama, gastando lo estrictamente necesario, suprimió a bin Laden con solo hacer un click en el Google monitoreando las imágenes que los soldados “SEALs” transmitían desde sus gafas de visión nocturna conectadas al satélite.
Hacía falta que el operativo sea comandado por un Premio Nobel de la Paz y, lo más importante, había que ponerse a la altura del talento guerrero de bin Laden apelando a lo más sofisticado de la tecnología satelital.
No fueron tanques sino computadoras conectadas al satélite las armas principales usadas para derrotar a bin Laden. No fueron desaforados comandos con caras pintadas y altas dosis de cocaina en las neuronas los ejecutores de tan prolija estrategia, sino ingenieros informáticos de costumbres vegetarianas y expertos en las artes ocultas del mundo virtual, nuestro mundo hoy.
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