Otro emprendimiento de Wilson
Hace más de 30 años que conozco a Wilson García Mérida y todavía me asombra por la tenacidad con que genera nuevos emprendimientos. No lo vimos mucho por acá, pese a que constantemente nos envía las notas de Datos & Análisis con su acuciosidad de costumbre, pero de pronto apareció en el extremo norte del territorio con Sol de Pando, un quincenario que se publica hace más de siete meses bajo su dirección y la gerencia general de la infatigable Silvia Antelo Aguilar, otro valioso exponente de la literatura y el periodismo nacionales.
No ha sido fácil crear Sol de Pando, primero porque en Cobija no hay una rotativa, de modo que el periódico tiene que imprimirse en La Paz o en Cochabamba,
con el consiguiente desplazamiento de Wilson y Silvia por buena parte de la geografía nacional. Ésa es tarea de pioneros y algún día se erigirá un monumento para reconocer el noble esfuerzo de esta pareja. Por ellos sabemos de la vida cotidiana de la sociedad acreana, pandina y cobijeña, las inquietudes cívicas, sociales, económicas, políticas y culturales que animan a su población, las aspiraciones de sus jóvenes varones y mujeres y, por supuesto, la belleza de las pandinitas, gracias al espíritu de observación y análisis de nuestro amigo Wilson y al espíritu de empresa de Silvia, que tiene a su cargo el difícil arte de conseguir financiamiento.
Un detalle importante es que la venta del periódico beneficia en 100% a los canillitas hombres y mujeres, además de niños y niñas que trabajan junto a sus padres, que ya son un grupo numeroso en Cobija. Las notas conectan el interés de los pandinos por otras regiones del territorio, pero echan cada vez más luz a los problemas específicos de Pando. Un ejemplo de ello es el interés que Wilson muestra una vez más por una causa aparentemente perdida: El llamado suicidio étnico de los pacahuaras, un pueblo que hoy sólo consta de cinco familias y no ha sido reconocido por la Constitución.
Las notas de Wilson, reproducidas también en otros medios de circulación nacional, denunciaron que la empresa maderera Mabet SA tomó tierras en el territorio originario de la nación Pacahuara, ubicada en las riberas del río Negro, y entonces las cinco familias nómadas optaron por el “suicidio étnico”.
El problema no es nuevo, pues hay noticias remotas de esta nación y de los esfuerzos que hizo la Central Indígena de Pueblos Amazónicos de Pando (Cipoap) para revertir una decisión judicial a favor de la empresa maderera, que contrademandó a los pacahuara por “ocupación ilegal” de tierras amparándose en la Ley Forestal. Son patéticas las palabras de Wilson al describir la suerte de los pacahuara, “quienes en algún momento de su larga agonía étnica fueron desplazados hacia la provincia Vaca Díez del Beni, en tierras de sus parientes chacobos. Además fueron engañados por misioneros norteamericanos que comenzaron a vestirlos con poleras usadas que importaron de Miami”, escribe en El Sol de Pando. El juez argumentó en contra de los pacahuara en los siguientes términos: “No se ha demostrado que las etnias que están asentadas en el territorio indicado, como son Tacana La Selva o Pacahuara, estén reconocidos por el Estado o que hayan nacido a la vida jurídica a través de una OTB o una resolución prefectural”. Con esta sentencia, selló la suerte de una nación.
¿En qué consiste el suicidio étnico de los últimos pacahuaras? En que sus mujeres “decidieron no reproducirse para continuar vagando sin tierras ni derechos en los profundos bosques invadidos por la indolencia estatal y la avidez empresarial, hasta que el exterminio se consume”. Entretanto, la empresa Mabet exporta varios tipos de maderas a Canadá, Chile, China, Estados Unidos, Italia, Malasia, México y Holanda, de acuerdo con la Cámara Forestal, según Sol de Pando.
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